Entre los médanos y pinares del norte de Pinamar se extiende Montecarlo, un territorio detenido en el tiempo. Concebido hace más de un siglo como un balneario exclusivo, permaneció cerrado, silencioso y rodeado de leyendas. Durante los años noventa, el empresario Alfredo Yabrán lo convirtió en sinónimo de misterio y poder. Hoy, el plan Pinamar 2050 promete reactivarlo, pero el pasado sigue proyectando sombras sobre su futuro.
Montecarlo se originó en 1912, cuando ingenieros europeos imaginaron allí una “Mónaco sudamericana”. Los planos incluían calles trazadas, áreas verdes y un puerto deportivo. Nada de eso ocurrió. Las dunas cubrieron los caminos y el bosque avanzó sobre los lotes vacíos.

Con el tiempo, las tierras cambiaron de manos sin que se concretara ningún desarrollo. Se difundieron versiones sobre ventas irregulares y estafas inmobiliarias. Algunos compradores hallaban árboles en macetas enterradas como única señal de su supuesto terreno. Sin servicios ni caminos, Montecarlo quedó como un espacio privado e inaccesible.
A fines de los años setenta surgió un rumor que lo volvió legendario: se dijo que parte del rescate del secuestro de los hermanos Born habría financiado su compra. Nunca se comprobó, pero la historia reforzó su aura de enclave prohibido.
El puerto de Yabrán
Durante la expansión inmobiliaria de los noventa, Alfredo Yabrán, dueño de un imperio logístico, puso la mira en Montecarlo. Según la revista Noticias, planeaba construir un puerto con quinientas amarras y un barrio privado sobre la franja costera.
El proyecto habría transformado el norte de Pinamar en una “Punta del Este argentina”, pero el gobernador Eduardo Duhalde le negó los permisos. La prensa interpretó esa decisión como un intento de limitar el poder del empresario y proteger otros intereses políticos.

Cuando estalló el Caso Cabezas en 1997, Montecarlo reapareció en los medios. Algunos periodistas sugirieron que las disputas por esas tierras formaban parte de una pelea territorial entre Yabrán y Duhalde. Su vocero, Wenceslao Bunge, respondía con enojo cada vez que se mencionaba el predio. Para muchos, esa reacción confirmaba que Yabrán tenía participación directa o a través de testaferros.
El magnate se suicidó en 1998. El puerto nunca se construyó y Montecarlo quedó igual que antes: cerrado, sin obras y rodeado de rumores.
El territorio inmóvil
Durante las dos décadas siguientes, ningún proyecto prosperó. En 2014 se anunció una apertura parcial y se abrieron algunos caminos entre médanos. Se prometió una urbanización para 23.000 habitantes, pero todo se detuvo. Hoy Montecarlo sigue sin luz, sin agua y sin tránsito público.
Según el Museo de Pinamar, existen cerca de ochenta propietarios con títulos, aunque no hay calles ni servicios. El municipio nunca recuperó el acceso público a la playa, algo inusual en la costa bonaerense. Los vecinos suelen decir que “ahí no hay nada”, pero el silencio también habla: Montecarlo permaneció intocado por decisión, no por azar.

El regreso del plan Montecarlo
En 2021, el entonces intendente Martín Yeza creó una unidad ejecutora para regularizar la titularidad del predio. Se identificaron cuatro grandes sociedades: Montecarlo Real Estate, Pinamar S.A., El Martillo S.R.L. y Dunas S.A.
Con la llegada de Juan Ibarguren a la intendencia, el proyecto se integró al programa Pinamar 2050, que busca duplicar la población en temporada alta y planificar una ciudad sustentable. El intendente prometió equilibrio ambiental, infraestructura ecológica y desarrollo planificado.
Sin embargo, en marzo de 2024 el secretario de Turismo, Lucas Ventoso, renunció denunciando maniobras inmobiliarias. Según afirmó, el nuevo código urbanístico asignó usos específicos a cada parcela, incrementando su valor y beneficiando a ciertos propietarios. Ibarguren defendió el plan y aseguró que se trataba solo de “ordenar el territorio”.
Los verdaderos propietarios
Investigaciones periodísticas posteriores revelaron que el 84 % de los lotes pertenece a Montecarlo Real Estate S.R.L., presidida por el exministro Roque Fernández, pero controlada por Victorio Américo Gualtieri, empresario ligado a la obra pública durante la era Duhalde.
Otra parte del predio corresponde a Dunas S.A., propiedad del empresario del juego Daniel Mautone, socio de Daniel Angelici. Ambos grupos concentran los sectores con mayor proyección comercial.

De este modo, los nombres vinculados al poder político y económico de los noventa regresaron al escenario actual, cerrando un círculo de influencia que nunca desapareció. Montecarlo sigue siendo un territorio sin urbanizar, pero con un valor simbólico y financiero incalculable.
Un siglo de rumores y poder
Montecarlo resume un siglo de planes truncos, disputas políticas y secretos inmobiliarios. Desde el sueño europeo de 1912 hasta el presente, ninguna gestión logró convertirlo en ciudad. La sombra de Yabrán todavía recorre ese bosque intacto, donde cada médano parece custodiar una historia.
El nuevo siglo promete desarrollo sustentable y transparencia. Pero en Pinamar, los ecos del pasado siguen resonando. Montecarlo continúa siendo el escenario donde el poder y el misterio conviven bajo la arena.