La inseguridad en Pinamar dejó de ser una preocupación esporádica para convertirse en una alarma constante. El último fin de semana largo fue otro reflejo claro: robos en viviendas, asaltos en la vía pública y usurpaciones frustradas marcaron la agenda policial. Lo que para muchos era un descanso turístico, para otros terminó siendo una experiencia amarga.
En Cariló, delincuentes irrumpieron en varias casas alquiladas. En una vivienda de calle Paraíso 481, forzaron una puerta lateral y se llevaron dinero y objetos electrónicos. Horas más tarde, una farmacéutica de Tigre denunció otro robo con características similares. En ambos casos, las alarmas estaban desactivadas, un detalle que se repite y agrava la vulnerabilidad de las propiedades.
El escenario se repitió en zonas residenciales de Pinamar. En Barlovento, un vecino encontró su casa revuelta. En De las Almejas, un hombre de 39 años perdió más de un millón de pesos y varios objetos personales. En Circe 89, el golpe fue aún mayor: tres televisores, indumentaria y tres vehículos de alta gama. Todas las viviendas compartían un factor común: ausencia de medidas de seguridad.
Un fin de semana con más gente que control
La directora de Seguridad, Victoria González, reconoció que fue un fin de semana “de temporada, con los mismos recursos de siempre”. Según su relevamiento, ingresaron 14.000 vehículos al partido, lo que incrementó de forma significativa la población y, por consecuencia, las oportunidades delictivas.
La funcionaria admitió que no hubo refuerzos policiales adicionales. Y aunque aseguró que no se registraron agresiones hacia los propietarios, sí se contabilizaron daños materiales, escruches y hurtos menores. En su evaluación, el aumento de hechos responde tanto al mayor movimiento turístico como a la falta de refuerzos operativos.
En paralelo, los vecinos multiplicaron las denuncias en redes sociales, difundiendo videos de cámaras particulares donde se ven intentos de robo y movimientos sospechosos. Esa reacción, que funciona como descarga colectiva, también expone la fragilidad del sistema preventivo y la sensación de soledad frente al delito.
Tecnología, redes y contradicciones
González destacó la importancia de las cámaras de seguridad, pero advirtió sobre el impacto de la viralización de imágenes antes de que las autoridades puedan analizarlas. “A veces es contraproducente que se difundan antes de tiempo”, expresó. Sin embargo, los mismos registros suelen ser los que alertan a la comunidad y presionan para que las investigaciones avancen.
La realidad muestra una contradicción evidente: mientras el municipio pide prudencia en la difusión de videos, los vecinos sienten que las redes son el único espacio donde sus denuncias no se diluyen en la burocracia. La desconfianza hacia el sistema judicial y policial parece crecer a la par de los robos.
Frente a esa tensión, desde la Secretaría de Seguridad se reforzaron las zonas más comprometidas —Álamos, Pinamar Norte y Cariló— con Caballería e Infantería, además de incorporar dos nuevos móviles policiales. Sin embargo, los recursos siguen siendo escasos frente a la extensión territorial y la demanda creciente.
Denunciar o resignarse
El mensaje de las autoridades es claro: sin denuncias, no hay estadísticas, y sin estadísticas, no hay recursos. González insistió en que todo hecho debe formalizarse ante la Policía o la Fiscalía. “Muchos piensan que reportar por Ojos en Alerta equivale a denunciar, y no es así”, advirtió.
El programa Ojos en Alerta permitió en los últimos días detener a un sospechoso en Eros y Naiades, tras la alerta de un vecino. Un ejemplo que demuestra que la colaboración ciudadana puede ser efectiva, siempre y cuando se complemente con la denuncia formal.
El incremento de delitos, la falta de refuerzos y la sensación de inseguridad configuran una ecuación inquietante. Mientras las autoridades llaman a mantener la calma, la comunidad percibe que el delito avanza más rápido que la respuesta estatal. Pinamar, una ciudad que crece cada año, parece enfrentarse a un desafío aún mayor: recuperar la confianza en su propia seguridad.